Hoy estamos en pleno debate sobre un borrador o anteproyecto de ley de Entidades de la Economía Solidaria, y no puedo menos que recordar lo que entonces escribí para uno de aquellos suplementos. Por lo que aqui lo acerco como un aporte a la discusión actual.
COOPERATIVISMO DE TRABAJO: De curiosidad a
realidad.
El Cooperativismo de Trabajo fue históricamente entre
nosotros, más una curiosidad que una realidad. Formateados socialmente para un
mundo en que el trabajo se dividía entre los que trabajaban en relación de
dependencia, que a poco que cumplieran con sus obligaciones y gozaran de buena
salud se desempeñaban por años en el mismo lugar. Eran comunes los
reconocimientos a aquellos que habían cumplido 25 años en la empresa. De
pronto, todo aquello se derrumbó, y con ello toda una cultura.
La cultura del trabajo no solamente del trabajador, sino la
cultura de la Empresa que usaba su antigüedad en el ramo como uno de sus
activos intangibles, así como su propia marca.
Pero de pronto fueron apareciendo otras realidades. Por
sobre la cultura del trabajo se fue imponiendo una cultura financiera, donde
mágicamente las riquezas se reproducían por sí mismas, sin la intervención de
la mano del hombre. El hombre pasó a ser un estorbo, así como en la empresa, el
gerente de finanzas tomó supremacía sobre el Ingeniero o el Técnico. Así
conocimos palabras como “tercerización” (un eufemismo por precariedad laboral).
Las Empresas se reducían a un mínimo, sin que sus balances se vieran afectados.
Otros eufemismos aparecieron en el lenguaje como “Retiro Voluntario” (por
despido encubierto).También descubrieron el “cooperativismo de trabajo” (que se
convirtió en otro eufemismo por “fraude laboral”) promovido con todo entusiasmo
desde los organismos oficiales. Florecieron los “cuentapropistas” (otro
eufemismo por desocupados). Y de pronto, cuando todos estaban felices viendo
como sus dineros se multiplicaban en milagrosos “plazos fijos” apareció el
manotazo. De pronto Bancos de mágicos nombres de fantasía de prestigio
internacional, se declaraban insolventes y otros eufemismos aparecieron en el
lenguaje diario. “Corralito”, “corralón”… Aquellos empresarios más avisados habían,
“Ingeniería Financiera” de por medio (Ingeniería Financiera; otro eufemismo por
evasión impositiva y estafa) mandado sus fondos a remotos paraísos fiscales.
Y entonces, como en 1854, en plena Revolución Industrial los
más desprotegidos debieron inventar e imaginar por si mismos una salida a su
situación.
La inmensa mayoría de los trabajadores desconocían el
Cooperativismo y su aplicación como filosofía solidaria, a la posibilidad de
salida al problema que debían enfrentar. El Cooperativismo tradicional,
aburguesado, y burocratizado, se había mimetizado, tal vez para sobrevivir, a los
usos y costumbres del liberalismo. (Hasta comenzaron a ocultar sus títulos y
llamarse “empresa cooperativa” o “Grupo…” como si se avergonzaran de su
condición). Y llenos de teóricos y filósofos
parecían querer olvidar sus modestísimos orígenes de tejedores
desocupados.
Y así los trabajadores desocupados, haciendo de necesidad
virtud, volvieron a recorrer el camino de los desocupados ingleses de la
Revolución Industrial, y “redescubrieron” el Cooperativismo. Sin pensarlo
específicamente nos hicieron descubrir que un grupo de trabajadores tiene tanta
capacidad empresarial como cualquier otro, y que los trabajadores pueden
prescindir de “empresarios” que de empresarios demostraron en los hechos tener
bastante poco.
“Caminante, no hay camino/ se hace camino al andar…” y así
van floreciendo empresas autogestionadas donde había galpones abandonados o
instalaciones ociosas. Con las lógicas dificultades que implica asumir nuevos roles y
responsabildades, pero con el orgullo de haber recuperado algo fundamental. La
dignidad del trabajo.
También sin pensarlo han revolucionado al Cooperativismo en
general que mira con incomodidad al Cooperativismo de Trabajo que les viene a
recordar sus humildes orígenes. Como cuando el abuelo inmigrante en medio de
una fiesta empieza a recordar sus historias de miseria y marginación.
Antonio F. Diez
(Antonio el Mayolero)
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